Poder Legislativo: transparencia a modo
Por José Victoriano Martínez Guzmán
Seguir el destino final de los
recursos que se recaudan a través del cobro de impuestos es uno de los más
atractivos ofrecimientos de las posturas políticamente correctas que adoptan
quienes asumen cargos de elección popular, pero a la vez el que, a la hora de
la verdad, con mayor facilidad se hace a un lado.
Para llegar, están convencidos
de que necesariamente tienen que ofrecer trabajar en caja de cristal y que cada
peso que reciban, todo el mundo sabrá en qué lo gastan. Al instalarse en el
cargo, la silla –la curul o el sillón– tienen un efecto de tal conversión, que
ni lo que ellos mismos producen para difundir lo consideran público.
Donde suelen ser más evidentes
las reacciones en ese sentido es en el Congreso del Estado en el que, con 27
cabezas que exhiben más que una, los ejemplos sobre las diferencias entre el
decir y el hacer se convierten en un choque entre hacer las leyes y no cumplirlas.
De toda la legislación vigente,
es a la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública a la que más se
recurre para congraciarse con los electores. De toda la legislación, es esa
misma ley la que más abiertamente violan para evitar que se conozcan el
incumplimiento de sus promesas el de otras leyes.
En la LX Legislatura la inercia
de los ofrecimientos de un Congreso austero y transparente no alcanzó para
pasar más allá del primer requerimiento de información sobre gastos
específicos, cuya exhibición bautizó la agrupación Ciudadanos Observando como los casos del Diputado Dalay y la Diputada
Vaselina.
Está por cumplirse un año de que
el Congreso atendió la solicitud que originó aquellas revelaciones de compras
hasta de cepillos dentales con la imagen de la muñeca Barbie con recursos públicos, y que tanto incomodaron a los
entonces presidentes de la Directiva, Jorge Álvarez, y de la Junta de
Coordinación Política, Rosa Ma. Huerta.
Los efectos de aquella reacción
provocaron que hasta el pasado viernes se lograra obtener información
solicitada al Congreso desde el 16 de mayo de 2013, es decir, nueve meses
después, cuando el plazo máximo, según la Ley favorita de los discursos
oficiales, es de diez días hábiles.
Sí, la exhibición que tanto
molestó a Álvarez y Huerta que se dio la instrucción que, ante el silencio de los
otros 25 diputados, puede considerarse avalada por todos los legisladores:
solicitudes que pidan comprobación de gastos no se contestan, así lleguen las
quejas que los ciudadanos estén dispuestos a presentar.
Y las quejas llovieron: durante
2013, de las 212 quejas que recibió la CEGAIP vía Infomex, 46 (el 21.7 por
ciento) se presentaron en contra del Congreso, es decir, una de cada cinco
quejas fue en contra de las respuestas del Poder Legislativo.
El viernes, siete meses después
de que se inició la queja 303/2013-3 el pasado 3 de julio, el Congreso del
Estado entregó copia de un video, cuyo costo de producción de ocho mil pesos se
cubrió con recursos públicos.
En su política de no responder
comprobaciones de gastos, se negó la copia del video con tal insistencia, que
se llegó a pedir al solicitante pagar tres mil pesos para hacer una versión con
los rostros de quienes aparecían en la cinta difuminados, presuntamente para
proteger datos personales.
Tan preocupados estaban en
proteger los datos personales, que durante el informe de actividades de la
diputada Ruth Tiscareño Agoitia, se exhibió el video.
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