Nava: precursor de la transparencia
Por José Victoriano Martínez Guzmán
Cuando, en hojas pegadas a la
entrada del Palacio Municipal, la administración encabezada por el Doctor
Salvador Nava Martínez ponía a disposición de la población la información sobre
los ingresos y los gastos del ayuntamiento, difícilmente podía ser una actitud
propagandística en busca de la simpatía de los ciudadanos. No lo necesitaba.
Aquel gesto de transparencia,
que no podía echar mano de los entonces inexistentes recursos cibernéticos de
hoy con capacidad de hacer públicos prácticamente en tiempo real todos los
movimientos de ingresos y egresos de la administración gubernamental,
anticipaba por varias décadas el derecho de acceso a la información pública.
Hoy se atribuye a ese derecho,
como una de sus bondades, tener la capacidad de contribuir a que las
autoridades puedan recuperar la confianza de la población, perdida a lo largo
de esas décadas en las que se dio la espalda a un ejemplo como el que dieron
las dos administraciones navistas en la capital potosina.
Así de diametralmente opuesto
resulta el ejercicio actual de la administración pública –con todo y
obligaciones legales de transparencia– de lo que, en su auto calificación como
democrática, debiera ser.
Los gobiernos verdaderamente
aceptados por la mayoría de la población como los que encabezó Nava Martínez
tuvieron en la transparencia, practicada con los recursos que tenían a su
alcance, una forma de corresponder a la confianza casi ciega que ya tenían de parte
de la ciudadanía.
Los gobiernos actuales,
propagandísticamente democráticos, ven en la transparencia una amenaza que, de
cumplirse a cabalidad, exhibiría con mucha claridad las razones por las que han
perdido la confianza de la ciudadanía y, en los hechos, son más usurpadores que
representantes populares.
Tal circunstancia los lleva a
empeorar la situación: echar mano de los recursos a su alcance –millones y
millones de pesos tomados del erario– para armar campañas propagandísticas para
engañar a la población con una transparencia simulada. Pagar impuestos se
convierte, incluso, en cooperar para ser engañado.
El ejemplo de Nava, de exhibir
las cuentas aun sin obligación de hacerlo, pone de manifiesto cuál es la
verdadera actitud que debe tener quien ocupa un cargo de representación popular
y exhibe la forma en que hoy se desaprovechan los recursos tecnológicos que
permitirían el ejercicio de gobiernos más cercanos a la población.
Cumplir mínimos de transparencia
es una señal de falta de verdadera voluntad democrática, de la que no se puede
esperar esfuerzo alguno para que la poca o mucha información que se haga
pública sea presentada de manera accesible y entendible para la mayoría de la
población. Es más fácil que recurran a la opacidad por exceso.
Como lo expresó Francisco
Martínez Nieto, estudiante de una maestría en Comunicación de la Ciencia, quien
prepara una tesis sobre los blogs como medios de comunicación directa entre
científicos y público: “si la divulgación se reduce a una rendición de cuentas,
entonces constituye un proceso unidireccional, jerárquico y en muchos casos
hasta propagandístico”.
Hoy la propaganda oficial
pretende ganar la confianza ciudadana con una transparencia a medias, sin una
voluntad democrática como la que llevó a los gobiernos de Salvador Nava
Martínez a publicar, en una especia de periódico mural, sus cuentas y a
ponerlas a disposición en la tesorería para que deseara una mayor explicación.
Así, Nava era una verdadera representación
de la expresión ciudadana en contraste con la hoy desconectada expresión desde
el poder, que obra sin tomar en cuenta a la ciudadanía, a la que alude sólo
como demagógica justificación de actos impopulares y a la que somete con
propaganda que la anestesia.
Si Nava, hoy que se cumplen cien
años de su nacimiento, valorara la situación, lamentaría en lo que se han
convertido los políticos y sus partidos, pero seguramente lamentaría más la
inacción y sometimiento ciudadano.
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