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domingo, 4 de mayo de 2014

CEGAIP, pobreza volitiva


Por José Victoriano Martínez Guzmán

Desde que se inventaron los pretextos pocos de sus usuarios habían exhibido tal incapacidad para refugiarse en ellos, como lo ha hecho la Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información Pública (CEGAIP) que ha llegado al extremo de afirmar que se les tacha de “malos” por ser “pobres”.
Ubicada en el último lugar en el índice nacional de los órganos garantes (INOGDAI), con un indicador de apenas 20 puntos sobre 100, la CEGAIP ahora anuncia que buscará mesas de diálogo con diputados para enfrentar otra calificación reprobatoria: 5.9 en el Índice del Derecho de Acceso a la Información en México (IDAIM) que se anunció la semana pasada.
Alfonso Serment, presidente de la CEGAIP, todavía seguía en su pretensión de justificar por qué el organismo que encabeza es el peor del país con lamentos de una presunta pobreza, cuando será poco el tiempo que le quede para volver a manipular datos para encubrir su ineptitud, respaldada por sus dos grises compañeros comisionados.
En 2010, cuando Serment asumió la presidencia de la CEGAIP, el IDAIM ubicó a San Luis Potosí en el lugar número 5 con un indicador de 0.73 sobre uno. Su incumplimiento de la obligación legal que tiene de promover la actualización de la legislación en la materia contribuyó a esa caída en diez lugares, lo que no le exigía ser rico, sino tener voluntad.
La CEGAIP no es pobre entre sus similares de todo el país, y Serment pretendió señalar fallos en la evaluación que como comisión se le hizo en el INOGDAI con una comparación falsa con la Comisión Estatal de Información Gubernamental (CEIG) de Querétaro: afirmó que está integrada por un solo comisionado y no realiza sesiones plenarias.
La CEIG cuenta con uncomisionado presidente y tres honorarios, pero además su presupuesto para este 2014 es superado por el de la CEGAIP por 5 millones 538 mil 633 pesos, es decir, por cada dos pesos con que cuentan los comisionados de Querétaro, los potosinos se gastan tres.
En la lógica de Serment, la CEIG debería estar muy por debajo de los 20.01 puntos que obtuvo la CEGAIP en la evaluación a las comisiones, por lo que, aunque también es una calificación reprobatoria, le debe sorprender que con dos terceras partes de lo que aquí se gasta hayan obtenido 52.7 puntos en la evaluación, que representan 2.6 veces la calificación potosina.
Las muestras de que la transparencia es cuestión de voluntad no paran ahí: con dos terceras partes del presupuesto potosino, la CEIG destina el doble de recursos que la CEGAIP para sus actividades. Sí, mientras la CEGAIP deja para sus operaciones un millón 43 mil 629 pesos, la CEIG destina a esos fines 2 millones 102 mil 167 pesos.
Para dejar más recursos a sus operaciones, el capítulo de Servicios Personales acapara en la CEIG el 75 por ciento de su presupuesto que, aunque elevado, se ve decente contra el 92.96 por ciento que se embolsan en la CEGAIP. De hacer lo mismo aquí, la CEGAIP contaría con 4 millones 207 mil pesos para operar.
La CEGAIP no es pobre, está integrada por inescrupulosos comisionados cuya avaricia relega su función esencial, al grado de que se omite asignar presupuesto a sus obligaciones legales.
Un vistazo a los reactivos en los que se falla en cuestiones de transparencia en las evaluaciones como el INOGDAI y el IDAIM sirve para confirmar la falta de voluntad.
¿Cuánto se requiere para que dejen de poner candados a los archivos que publican en los sitios Web y lo hagan en los formatos originales que permitan el acceso a los usuarios a datos verdaderamente abiertos?
¿Cuánto cuesta que levanten un acta o minuta de todo proceso deliberativo y de toma de decisión para hacerlo público en formatos electrónicos?
¿Cuánto cuesta publicar proactivamente la información de interés público y responder sustancialmente a las solicitudes de información que le sean formuladas?

De ese tipo son los 76 puntos faltantes que hoy tienen en el grupo de reprobados en transparencia al estado de San Luis Potosí. Cuestiones de voluntad cuyo costo no puede tazarse en monetario, sino en el temor de perder las ventajas poco lícitas que les da su acostumbrada opacidad.

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