CEGAIP, pobreza volitiva
Por José Victoriano Martínez Guzmán
Desde que se inventaron los
pretextos pocos de sus usuarios habían exhibido tal incapacidad para refugiarse
en ellos, como lo ha hecho la Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información
Pública (CEGAIP) que ha llegado al extremo de afirmar que se les tacha de
“malos” por ser “pobres”.
Ubicada en el último lugar en el
índice nacional de los órganos garantes (INOGDAI), con un indicador de apenas
20 puntos sobre 100, la CEGAIP ahora anuncia que buscará mesas de diálogo con
diputados para enfrentar otra calificación reprobatoria: 5.9 en el Índice del
Derecho de Acceso a la Información en México (IDAIM) que se anunció la semana
pasada.
Alfonso Serment, presidente de
la CEGAIP, todavía seguía en su pretensión de justificar por qué el organismo
que encabeza es el peor del país con lamentos de una presunta pobreza, cuando
será poco el tiempo que le quede para volver a manipular datos para encubrir su
ineptitud, respaldada por sus dos grises compañeros comisionados.
En 2010, cuando Serment asumió
la presidencia de la CEGAIP, el IDAIM ubicó a San Luis Potosí en el lugar número 5 con un indicador de 0.73 sobre uno. Su incumplimiento de la obligación
legal que tiene de promover la actualización de la legislación en la materia
contribuyó a esa caída en diez lugares, lo que no le exigía ser rico, sino
tener voluntad.
La CEGAIP no es pobre entre sus
similares de todo el país, y Serment pretendió señalar fallos en la evaluación
que como comisión se le hizo en el INOGDAI con una comparación falsa con la
Comisión Estatal de Información Gubernamental (CEIG) de Querétaro: afirmó que
está integrada por un solo comisionado y no realiza sesiones plenarias.
La CEIG cuenta con uncomisionado presidente y tres honorarios, pero además su presupuesto para este
2014 es superado por el de la CEGAIP por 5 millones 538 mil 633 pesos, es
decir, por cada dos pesos con que cuentan los comisionados de Querétaro, los
potosinos se gastan tres.
En la lógica de Serment, la CEIG
debería estar muy por debajo de los 20.01 puntos que obtuvo la CEGAIP en la
evaluación a las comisiones, por lo que, aunque también es una calificación
reprobatoria, le debe sorprender que con dos terceras partes de lo que aquí se
gasta hayan obtenido 52.7 puntos en la evaluación, que representan 2.6 veces la
calificación potosina.
Las muestras de que la
transparencia es cuestión de voluntad no paran ahí: con dos terceras partes del
presupuesto potosino, la CEIG destina el doble de recursos que la CEGAIP para
sus actividades. Sí, mientras la CEGAIP deja para sus operaciones un millón 43
mil 629 pesos, la CEIG destina a esos fines 2 millones 102 mil 167 pesos.
Para dejar más recursos a sus
operaciones, el capítulo de Servicios Personales acapara en la CEIG el 75 por
ciento de su presupuesto que, aunque elevado, se ve decente contra el 92.96 por
ciento que se embolsan en la CEGAIP. De hacer lo mismo aquí, la CEGAIP contaría
con 4 millones 207 mil pesos para operar.
La CEGAIP no es pobre, está
integrada por inescrupulosos comisionados cuya avaricia relega su función
esencial, al grado de que se omite asignar presupuesto a sus obligaciones
legales.
Un vistazo a los reactivos en
los que se falla en cuestiones de transparencia en las evaluaciones como el
INOGDAI y el IDAIM sirve para confirmar la falta de voluntad.
¿Cuánto se requiere para que
dejen de poner candados a los archivos que publican en los sitios Web y lo
hagan en los formatos originales que permitan el acceso a los usuarios a datos
verdaderamente abiertos?
¿Cuánto cuesta que levanten un
acta o minuta de todo proceso deliberativo y de toma de decisión para hacerlo
público en formatos electrónicos?
¿Cuánto cuesta publicar
proactivamente la información de interés público y responder sustancialmente a
las solicitudes de información que le sean formuladas?
De ese tipo son los 76 puntos
faltantes que hoy tienen en el grupo de reprobados en transparencia al estado
de San Luis Potosí. Cuestiones de voluntad cuyo costo no puede tazarse en
monetario, sino en el temor de perder las ventajas poco lícitas que les da su
acostumbrada opacidad.
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