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sábado, 24 de mayo de 2014

La ASE y el dilema de la transparencia


Por José Victoriano Martínez Guzmán

Aunque el plazo para que entregue los informes finales de auditoría de los 58 ayuntamientos, 23 organismos de agua potable y 21 sistemas DIF municipales, vence el 31 de mayo, José de Jesús Martínez Loredo, auditor superior del Estado, anuncia que esta semana remitirá los primeros a la Comisión de Vigilancia del Congreso del Estado.

Se trata de la primera entrega a su cargo y, por tanto, del primer acto de tal magnitud en el que mostrará los alcances de su compromiso con la transparencia, sobre todo en la interpretación que dé a la obligación que le marca el párrafo sexto del artículo 54 de la Constitución Política del Estado.

“La Auditoría Superior del Estado deberá guardar reserva de sus actuaciones y observaciones, hasta que rinda los informes a que se refiere este artículo; la ley establecerá las sanciones aplicables a quienes infrinjan esta disposición”, dice textual el párrafo referido.

Constitucionalmente, la reserva que hoy es válida sobre las revisiones a las cuentas públicas se levanta en el momento en que los informes son remitidos a la Comisión de Vigilancia. En tanto la reserva está vigente, cualquier indiscreción debe ser sancionada por la ley; una vez presentados los informes, la ley tendría que sancionar a quien niegue el acceso público a esa información.

Sin embargo, esa disposición no cuenta con su parte correspondiente en la Ley de Auditoría, lo que fue aprovechado por Héctor Mayorga Delgado, antecesor de Martínez Loredo, para negar ese tipo de información, al hacer valer la Ley como si tuviera mayor jerarquía que la Constitución.

La actitud de opacidad del ex auditor provocó litigios que, cuando menos en el caso de los pliegos de observaciones a la Cuenta Pública 2009 del gobierno estatal, llegaron al Poder Judicial de la Federación, con un revés para los afanes ocultistas de Mayorga Delgado, quien se vio obligado a entregar los documentos que por más de tres años negó.

La publicidad de los informes de auditoría no sólo pone a prueba a quien encabeza la Auditoría Superior del Estado (ASE), sino a los 27 diputados, muy dados a presentar iniciativas pero poco atentos a hacer cumplir la Carta Magna o a favorecer su cumplimiento con la armonización de la Ley del caso.

Durante la pasada Legislatura, la diputada Bernardina Lara promovió una iniciativa para adicionar un párrafo al artículo 65 de la Ley de Auditoría: “Los informes finales de las revisiones de las cuentas públicas tendrán carácter público, a partir de que éstos sean entregados por la Auditoría Superior a la Comisión, para cuyo fin se publicarán en forma inmediata en los portales de transparencia de sus sitios de internet”.

Aquel intento por armonizar la Ley con la Constitución fue desechado por los legisladores con un dictamen que prácticamente dictó Mayorga Delgado, con los mismos argumentos que después pretendió hacer valer para mantener su negativa a entregar los pliegos de observaciones de la Cuenta Pública 2009.

Si bien la Ley quedó como una de las pocas en el país que no establecen expresamente la difusión de oficio de los informes de auditoría, la Constitución local no deja de quitarles ese carácter en el momento en que la ASE los entrega a la Comisión de Vigilancia.

El caso más relevante con relación a la publicidad de estos informes lo representa la Auditoría Superior de la Federación, que el mismo día que entrega sus informes en el Congreso es posible conocer el extenso documento en su sitio de internet.

Juan Manuel Portal Martínez, auditor Superior de la Federación, ha adoptado incluso una actitud totalmente opuesta a la de Mayorga. En diversos foros ha lamentado que la ley le permita publicar la información hasta la presentación de los informes, porque hay etapas en las revisiones en las que no sólo se puede hacer pública, sino que ayudaría a los procesos de auditoría.

Al comenzar esta semana la entrega de informes, Martínez Loredo tiene la oportunidad de estrenarse con auténtica vocación de transparencia, o continuar la opacidad de su antecesor.  

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