La causa de la causa…
Por José Victoriano Martínez
Guzmán
La
causa de la causa es causa de lo causado. Es un principio del derecho que
aporta una lógica que en este momento aplica con tal contundencia, que la
iniciativa de Ley Boris resulta de una ridiculez, con un toque de cinismo, que
exhibe lo peligrosa que es la clase gobernante, sin la más mínima conciencia de
su representatividad.
La
gran mayoría de las manifestaciones que pretenden regularse tienen su origen en
un acto o en una omisión por parte de la autoridad, cuya actitud sirve más para
generar motivos de protesta que para la solución de los problemas que aquejan a las
mayorías.
Los
ejemplos están a la orden del día. El pasado viernes un grupo de policías
impidieron, sin motivo alguno, al grupo de estudiantes #YoSoy132 realizar las
actividades que tenían previstas en la Plaza del Carmen.
Pusieron
la causa y los estudiantes bloquearon el único carril disponible de la avenida
Constitución frente a la Alameda, porque en el otro la autoridad toleraba una
invasión de ambulantes.
Vino
el caos vial, gente a ver de qué se trataba y algunos que protestaban contra la
protesta. La mayoría de los automovilistas afectados buscaba una solución, al
grado de que, en cosa de 15 minutos, ya se habían organizado y despejado el
área al habilitar la circulación en sentido contrario del lado de Manuel José
Othón.
El
breve lapso que duró la manifestación, no obstante, fue de una creciente
tensión alentada por la propia autoridad que la había provocado. Un policía que
dijo llamarse Valente se acercó a un franelero que reclamaba su derecho de
tránsito y le dijo: “Aviéntateles, síguele”.
“No
los incite”, se le comentó. La respuesta fue “soy la autoridad y sé lo que
hago”. De poco sirvió explicarle que como autoridad no debe provocar la
confrontación entre particulares, porque su reacción fue un retador
“denúnciame”. “Lo haré”, se le dijo y de inmediato sacó su celular para
fotografiar a su interlocutor.
Se
le advirtió que su acto intimidatorio era motivo de una queja adicional por
atentar contra el derecho de protección de datos personales. “Quiero tener la
fotografía del que me va a denunciar”, respondió en tono amenazante y momentos
después dio instrucciones a dos policías: “remítanlo si me sigue tomando
video”.
Pudiera
parecer un incidente menor, pero retrata fielmente la actitud de una autoridad
sin conciencia de que están al servicio de la población y de la protección de
sus derechos; una autoridad ignorante de los principios que la rigen, y que
difícilmente puede asumirse como la causa de lo causado.
El
mismo viernes, en Casa de Gobierno, los vecinos de la Avenida Muñoz conocieron
otra faceta de la misma actitud. Fueron recibidos por un gobernador que dejó
entre sus visitantes la impresión de que está empecinado en seguir una obra que
rechazan los presuntos beneficiarios porque han expuesto hasta el cansancio los
perjuicios que les provocará.
La
causa de la causa está puesta. La causa de lo que la Ley Boris pretende regular
en un control de los síntomas para dejar oculta la verdadera enfermedad. No
hace falta una Ley Boris, hace falta que la autoridad sea responsable, para
eliminar la causa de lo causado.
Promovida
desde la autoridad, una ley como la que propuso el diputado Alejandro Lozano,
junto con las que han surgido en otras partes, no puede representar más que una
confesión cínica de la poca voluntad que tienen de atender a sus obligaciones
como funcionarios públicos al servicio de la población.
La
propia iniciativa de Ley Boris es un ejemplo de lo innecesaria que resulta.
¿Cuántas manifestaciones ha provocado su intención de atentar con esa ley
contra un derecho consagrado en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos?
No
hace falta regular las manifestaciones, hace falta obligar a quienes las hacen
necesarias a asumir su responsabilidad. Como contrapeso del Poder Ejecutivo,
¿cuántas manifestaciones podría evitar el Legislativo si obligara al gobernador
a cumplir con sus deberes constitucionales?
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