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lunes, 24 de marzo de 2014

Sin transparencia, sospecha de sobregiro por 61.4 mdp

Por José Victoriano Martínez Guzmán

Cuando el reconocimiento del derecho de acceso a la información pública (DAIP) no está en la voluntad real de una autoridad, la transparencia de la gestión pública no es más que un discurso que busca provocar entre la población una buena impresión.

El DAIP tiene una vertiente que da la oportunidad a los funcionarios de lucir de manera indudable su convicción a favor de la transparencia en la obligación que tienen de difundir de oficio información básica sobre sus acciones y el uso que dan a los recursos públicos.

Ese campo abierto, que sólo tiene como límites, en el funcionario su voluntad e imaginación, y en la ley la protección de datos personales y las causales de reserva, ha sido desaprovechado con un disfraz a modo, confeccionado por la Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información Pública (CEGAIP).

En sus evaluaciones de transparencia, la CEGAIP convirtió en meta máxima de transparencia el cumplimiento mínimo de las obligaciones de difusión de los artículos 18 y 25 de la Ley de Transparencia, sin reconocer ejercicios que pudieran abrir la información pública más allá.

Con esa mediocridad convertida en excelencia, y calificaciones de transparencia casi perfecta, la difusión de oficio quedó muy lejos de poner al alcance de la población información tan elemental como, por ejemplo, conocer las próximas actividades de una autoridad porque lo que se difunde es la agenda del mes anterior.

La transparencia la redujeron a un juego de colocar en la vitrina pública lo que en la evaluación de la CEGAIP aporta puntos, sin importar si se atiende al DAIP y a dar a la sociedad información útil, por su pertinencia y oportunidad. Y la mediocridad se presume como excelencia.

Este fin de semana fue el ayuntamiento de Soledad de Graciano Sánchez el que presumió una calificación de 98 en la evaluación CEGAIP, lo que implicaría que el organismo garante le tolera violar la ley en el 2 por ciento restante. A los que no les dio para presumir es porque la violación a la norma es mayor.

Mario García Valdez, alcalde de San Luis Potosí, llegó al extremo de solicitar a la CEGAIP los resultados de una evaluación apenas dos días antes de su primer informe (pág. 26) para poder presumir un cumplimiento del 100 por ciento de las mediocres exigencias de la Comisión.

Lo único que dejan expuesto de manera transparente es su afán de usar el tema para ganar buena imagen, cuando la falta de voluntad para aplicarlo de manera real la exponen, por ejemplo, en el caso del Ayuntamiento capitalino, en la no publicación del presupuesto detallado que aplicarán este año ni de los cheques emitidos en los últimos dos meses.

Si un potosino quiere saber cómo gastará el ayuntamiento los más de 2 mil 41 millones de pesos que tiene como presupuesto, tiene que rastrearlo en las actas de las sesiones de Cabildo hasta encontrarlo en la del 18 de diciembre de 2013

Si hubiera verdadera voluntad de transparencia, esa sería de las primeras informaciones que se pudieran consultar en su sitio Web. Más aún, su publicación iría acompañada de actualizaciones permanentes con la forma en que se ha ejercido cada rubros, de manera que sea verificable su cumplimiento.

De hacerlo, filtraciones como un documento salido de las oficinas de los regidores saldrían sobrando. El documento menciona 26 rubros en los que García Valdez ha incurrido en sobregiros, cuatro plenamente identificados en las claves presupuestales, con gastos excedidos en porcentajes que van del 86 al 844 por ciento.

Sí, el documento de los regidores señala un sobregiro en esas cuentas que acumula 61.4 millones de pesos. Se menciona la partida “Ayudas sociales a personas” con un presupuesto anual de 5 millones 110 mil pesos y en la que, en enero y febrero, ya se gastaron 48 millones 255 mil 332 pesos.

Al margen de la certeza en la información en posesión de los regidores, la machacona presunción de transparencia obliga a citar a la filósofa española Victoria Camps: “Si la decencia y la honradez impregnan las conductas, la propaganda y el marketing para demostrar el buen hacer están de más. La buena imagen no es otra cosa que un subproducto del buen actuar”.

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