Transparencia: un principio-ley para desobedecer
Por José Victoriano Martínez Guzmán
“Esta ley instituye en un
principio que toda la información en poder de la autoridad es pública, sin
necesidad de acreditar interés jurídico o legitimidad, y que esa información se
proporcionará de manera pronta y expedita a los ciudadanos”, señala el decreto
486, publicado en el Periódico Oficial del Estado el 20 de marzo de 2003.
Con su publicación, el principio
se convirtió en una orden para los funcionarios públicos y, a once años de que
aquello ocurrió, lejos de llamar a obediencia, hoy parece ser mera vestimenta
de discursos políticamente correctos para aparentar lo que poca voluntad tienen
para aceptar: que se documente y publique cómo toman las decisiones y cómo
gastan los recursos públicos.
Todo empleado que recibe una
orden siente apremio por cumplirla. Que los funcionarios públicos sientan
apremio por ocultar sus actos a pesar de que la ley ordena su publicidad es una
de tantas señales de que no se sienten empleados de quienes pagamos su sueldo
vía impuestos.
Lo que hoy difunden de oficio
los entes públicos no es producto de su voluntad y está muy lejos de ser lo que
una política real de transparencia pondría a disposición de la población en
general, por lo incompleto de la información, su falta de pertinencia y, sobre
todo, de oportunidad.
Ni el propio organismo
responsable de garantizar el derecho de acceso a la información pública, la
CEGAIP, es capaz de documentar sus actos y difundirlos abiertamente.
La documentación relativa al
proceso de renovación de la dirección del Sistema Estatal de Documentación y
Archivo, por ejemplo, sólo tuvo una aparición intermitente en su sitio Web y de
pronto Claudia Josefina Contreras Páez apareció como titular del área. Hoy la
única huella pública de ese proceso es la referencia que hay en el acta del 17
de diciembre.
El Congreso del Estado,
institución de la que emanó la orden, dio un gran salto hacia atrás (a antes de
2006) al eliminar la publicación de los cheques emitidos el mismo día para
hacerlo con más de un mes de retraso, además de haber girado la instrucción a
su Unidad de Información de negar la respuesta a cualquier solicitud
relacionada con comprobación de gastos de los diputados.
El Poder Judicial ha adoptado
como estrategia remitir a todo solicitante a direcciones electrónicas donde
presuntamente se encuentra la información, así se la hayan solicitado copias de
documentos específicos, como ocurrió con el acta de la sesión del Pleno del
Supremo Tribunal de Justicia del 30 de enero pasado.
La solicitante debió aclarar al
Poder Judicial que su solicitud versaba sobre la totalidad del acta y no sobre
algún tema en particular como se le requirió por parte de Alvaro Eguía,
presidente del Tribunal, en una acción que, por innecesaria, tiene los tintes
de una maniobra para inhibir el ejercicio del derecho de acceso a la
información pública.
En el Poder Ejecutivo ese tipo
de maniobras están a la orden del día, al grado de que ni con las tardías
resoluciones de la CEGAIP se pone a disposición de los solicitantes la
información, como el caso de los documentos relacionados con el adeudo por 70
millones de pesos de Grupo Santos.
La agrupación Ciudadanos
Observando padece directamente esa actitud opaca, al obtener a cuentagotas
documentos solicitados para tratar de demostrar el destino de los recursos
obtenidos por el impuesto de tenencia vehicular. No sólo enfrentan el regateo
de la documentación, sino hasta comunicados que pretenden desacreditar las
conclusiones a las que ellos llegan.
Si la manifiesta inquietud
ciudadana es sobre el destino preciso de lo obtenido por el impuesto de
tenencia vehicular, ¿qué le impide al gobierno hacer públicos todos los
documentos que establezcan la ruta exacta de esos recursos, desde que son
recaudados hasta el momento en que son aplicados en el gasto público?
El gran impedimento, ni duda
cabe, es que sienten el apremio por ocultar sus actos que, unido a la poca
credibilidad de que goza actualmente la función pública, abre un amplio espacio
a la sospechas de corrupción. De no ser así, tienen todo para demostrar lo
contrario: basta con que obedezcan el principio que este jueves cumple once
años de ser ley.
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